Los del Río cantaban que “Sevilla tiene un color especial…”, y es que solo se necesitan unos instantes por las sinuosas calles del Barrio de Santa Cruz, ver reflejada la Torre del Oro en el río Guadalquivir desde Triana o admirar la belleza de la Plaza de España para sentir que siempre querrás volver a Sevilla.
Sevilla es una sorprendente danza de arquitecturas herederas de las diferentes culturas que por ella han transitado. Sevilla es baile y cante, pescaíto, alegría y arte. Pero, sobre todo, Sevilla es una hermosa alboronía de aromas a través de los cuales podemos viajar por las diferentes estaciones del calendario y lugares de la ciudad.
Comenzamos por la mítica Campana donde, en los meses más fríos, el chisporroteo de las brasas acompaña al apetecible olor de castañas asadas. El aroma a romero te transporta a los alrededores de la calle Sierpes donde una mujer calé te ofrecerá un ramito con la promesa de la buena suerte a cambio de una limosna. A pocos pasos, en la calle Tetuán emana un intenso olor a adobo de pescado que te invita a hacer una parada para poder degustarlo.
Cada año, la hermandad de naranjos que decora cada calle de la ciudad pinta de blanco sus copas, impregnando de perfume de azahar cada rincón anunciando la llegada de la primavera y, con ella, los días más esperados para todo sevillano: la Semana Santa y sus olores a incienso y a cera de los cirios procesionales y la Feria de abril, con olor a fino, manzanilla y albero.
Por último, con la llegada de la época estival, tan temida por sus altas temperaturas, sortearás cientos de terrazas abarrotadas que desprenden el olor al frescor de sus aspersores y, como no, de la tradicional tapa de caracoles.
Texto e imagen: Enforex Sevilla